Capítulo 10.
La desesperación de Jungkook fue evidente cuando buscó por la habitación, por el jardín y por todas las partes de su casa al pequeño ángel que se había jurado proteger.
Encontrar esa nota le partió el alma, pero no se iba a dar por vencido, claro que no, se había prometido protegerlo y lo iba a hacer.
Inmediatamente tomó su celular y lo llamó, claro que existía la gran posibilidad que no le contestara; pero no iba a ganar su corazón y su confianza si es que no luchaba por eso.
Después de casi 4 llamadas, por fin pudo escuchar su suave voz.
—¿Hola?
—Jimin, ¿dónde estás, pequeño?
—Perdón Jungkook, pero no te lo diré —suspiró—. Realmente no quiero causarte problemas con Giselle o con cualquier otra persona.
—A mí Giselle no me importa —se jaló el cabello mientras caminaba de un lado a otro—. Además no tienes a donde ir y... por favor, déjame ayudarte hasta que te recuperes.
No se escuchó nada a través de la línea, como si lo estuviera pensando.
—Por favor Minnie, primero es tu salud, tu recuperación.
—Es que-
—Insisto —le habló suave—. No me quedaré tranquilo hasta saber que estás bien y totalmente recuperado.
—Bien, estoy en un parque cerca del centro, al frente una cafetería pequeña, rústica, que tiene un lindo letrero de color verde.
—Espérame ahí, llegaré en unos minutos.
Jungkook tomó su sacó y salió de la casa rápidamente, se subió a su auto y comenzó a manejar, pese a que quería pisar el acelerador, se contuvo, porque si mataba a alguien, no podría tener una bonita relación tras las rejas con su pequeño.
Trató de ubicarse por medio del celular, pero por más que buscó y buscó no encontraba esa maldita cafetería pequeña, rústica y de color verde, hasta que pudo divisar el parque, que no era parque, sino un pequeño jardín con una estatua.
—Jimin, ¿qué haces aquí? —corrió hacia él y se puso de cuclillas cuando lo vio.
—Yo... caminé y llegué aquí —suspiró—. No sé qué haré.
—Regresa conmigo a mi casa, por favor.
—Es que Jungkook, tú no tienes porqué cargar con alguien como yo.
—Pequeño, déjame ayudarte —acarició su mejilla—. Ahora no tienes a donde ir, no tienes algún contacto. No te estoy pidiendo que te quedes a mi lado para siempre, aunque me gustaría que así fuera —pensó—. Solo hasta que te recuperes y luego tú tomarás la decisión de lo que quieras hacer.
Las palabras de Jungkook sonaron tan sinceras, que algunas lágrimas cayeron por las mejillas del menor, sentía que a su lado todo iba a estar bien, que nada malo iba a pasar.
Deseaba tanto quedarse a su lado, abrazarlo y gritarle "Si quiero estar contigo", pero una inseguridad se instaló en su pecho. ¿Y si él era como Seonghwa? Ese monstruo al inicio se presentó como un hombre amable, dulce y caballeroso, pero luego se mostró tal cual era.
Jungkook lo tomó con delicadeza del brazo y lo llevó hasta su auto.
—Luego iremos a un tienda, debo comprarte más ropa, porque no puedes vivir siempre solo con esa ropa.
—Gracias Jungkook, pero no puedo permitir que a pesar de todo lo que has hecho por mí, me compres ropa.
—Por favor, sé que cuando vuelvas a trabajar me lo pagarás —bromeó—. Aunque yo quisiera que me lo pagaras de otra manera.
Jimin se asustó y quiso abrir el auto, pero el mayor se lo impidió, riendo por su reacción.
—No pienses mal —sonrió—. Quiero que vuelvas a ser el Jimin que estuvo conmigo en Incheon, ese Jimin que quería comerse el mundo, ese Jimin alegre, divertido.
—Y-Yo también quiero ser ese Jimin —habló en un hilo de voz—. Pero, ahora no quiero ropa, quiero saber que me pasó con exactitud... quiero que este sufrimiento acabe.
—Te prometo que este sufrimiento va a acabar.
Con su sonrisa tranquilizadora, tomó su mano y la acarició suavemente.
El menor se dejó acariciar, porque sus pequeños toques no le daban asco, no le daban miedo, no se sentía incorrecto, al contrario, esas caricias le daban paz, lo hacían sentir especial, así que, durante el viaje, no hizo nada más que cerrar los ojos y disfrutar de aquellas suaves caricias, porque sí, Jungkook no despegó su mano.
Al llegar a la enorme mansión, Jeon se bajó del auto y le abrió la puerta, ayudándolo a bajar.
Los empleados recibieron muy gustosos al menor, quien les correspondió con una suave sonrisa.
—Ve a descansar, Minnie.
—¿Y tú? ¿Vas a irte?
—No precioso, me quedaré aquí, aunque si quie-
—Quédate y no me dejes, por favor —le susurró tomando rápidamente sus manos entre las suyas—. Digo... hasta que me recupere.
—No te dejaré —besó su frente.
Jimin subió a la habitación que antes le había sido otorgada, nuevamente esa sensación de paz y de estar en un lugar seguro, se instaló en su pecho, sonrió unos segundos y se tiró a la cama, disfrutando de la suavidad.
Cerró los ojos hasta que se quedó durmiendo totalmente.
—¡Eres un maldito regalado! —golpeó su mejilla—. ¡Yuna no era así!
—¡Yo te amo Seonghwa! —le gritó, más el nuevo golpe que recibió lo hizo caer al suelo.
—¡Maldita la hora en que me casé contigo!
—M-Me duele... —susurró temblando nuevamente.
—Así no te ame, ¡eres mío!
—N-No quiero... —se levantó sudando nuevamente, con lágrimas en sus ojos.
Respiró varias veces intentando calmarse, no entendía como es que, a pesar de ya estar a salvo, esas pesadillas lo atormentaban y de una manera demasiado grande, quizá su pasado iba a manchar su presente, quizá y solo quizá jamás volvería a ser feliz.
Su pasado jamás lo dejaría formar un futuro con Jungkook.
Toc, toc.
—Adelante —dijo alto pensando que era uno de los empleados de la mansión.
—Supongo que tienes hambre, ángel —dijo entrando un carrito con platos de comida.
—Wow, esto huele delicioso, voy a felicitar a tu cocinera.
—Lo cociné yo, pero te tengo otra sorpresa, una gran ayuda más bien.
Jimin frunció el ceño confundido y vio a un pelinegro entrando, con un traje perfectamente planchado y a la vista, costoso.
—Changbin —le sonrió.
—Estuve muy preocupado por ti, Jimin.
El mayor se acercó lo suficiente y lo abrazó suavemente, dejando que el menor pudiera llorar un poco, desahogándose como no lo había hecho días atrás. Desde que Seokjin lo recomendó como abogado, Changbin se encargó de asesorarlo, de ayudarlo y en esos meses trabajando en la empresa, se había vuelto un amigo cercano.
Changbin era un hombre excepcional, un abogado extraordinario.
Jungkook cuando vio aquella escena se retiró.
—Me alegra saber que estás sano y salvo, pero cuéntame, necesito saber que te acuerdas, para poner una demanda y que abran una investigación.
—Yo iba saliendo de la empresa y caminaba a mi casa, quería irme, huir, para siempre, pero... pero alguien me golpeó y no recuerdo más.
—¿Te acuerdas de algo más?
—No de mucho, solo que cuando Jungkook me encontró, tenía mi celular y una mochila pequeña.
—Poco a poco vas a ir recordando y-
Un golpes fuertes en la puerta provocaron que Jimin se encogiera en su sitio, pero Changbin tocó su mano para calmarlo.
Se levantó y caminó a abrir la puerta.
—Jungkook, ¿pasó algo? —el peligris se sorprendió cuando lo vio parado.
—Tenemos que sacar a Jimin de aquí, Seonghwa sabe dónde está.
En ese momento, todo el mundo del menor se congeló, estaba en problemas, volvería a aquel infierno y no sería libre nunca.
✧✦✧
—¿Hola?
—Buenos días, señor Park —se escuchó una voz alegre—. Vengo a decirle que yo sé dónde está su esposo.
—Ajá —se burló—. ¿Y usted quién es? Además, yo sé dónde se encuentra, está con el esposo de su jefe.
—Déjeme decirle que está equivocado —se rió—. Ahora está saliendo con un hombre mucho más guapo y joven.
—¿Con quién? ¡Dímelo ahora!
—Usted a mi no me ordena, deme un par de días para decírselo con seguridad y vaya por su esposo, eso es todo, me despido, por cierto, mi nombre es Giselle —colgó.
Mikyung miraba a su hijo expectante, mientras cortaba las verduras para el almuerzo, para ser sinceros desde que ella ayudó a Jimin a escapar de su casa, Seonghwa estaba como loco tratando de ubicarlo.
Claro que su madre había intentado persuadirlo, pero nada era suficiente.
—Hijo, ya olvídate de ese chiquillo.
—No puedo madre, lo necesito a mi lado.
—No puedo creerlo, parece que lo quieres mucho —se burló.
—Es que yo lo amo, mamá... solo que me di cuenta muy tarde lo que perdí.
Su madre rodó los ojos y siguió con su labor de cortar las verduras para el almuerzo, rogando al cielo que su hijo nunca encuentre al dulce chico de ojos pequeños, no quería volver a escuchar los gritos desesperados y las súplicas provenientes del segundo piso.
No quería seguir siendo cómplice de los maltratos de su hijo.
—Esto no se va a quedar así, iré a la maldita empresa.
—Hijo no lo hagas, por favor deja las cosas como están.
—¡No!
Salió furioso hasta aquella empresa, iba a encontrar a esa voz que lo había llamado.
Estaba a punto de entrar a la empresa, hasta que escuchó aquella voz chillona, se giró un poco para ver de quien se trataba. La pelinegra que hablaba por teléfono, tenía un vestido corto y estaba muy maquillada.
Se acercó furioso y la tomó del brazo.
—¿Dónde está Jimin?
—A ver señor, suélteme, ya le dije que yo se lo diré luego.
—¡Yo no voy a esperar a que mi esposo se revuelque con el tipo que me dijiste!
—Bien —intentó zafarse—. Si Jimin ya se acostó con el jefe de la empresa, ¿cree que no lo hará con el tipo con el que está? —se comenzó a reír—. Definitivamente el último en enterarse es el corn- el marido.
—¡Eso no es cierto! —la tomó del cabello y la empezó a jalonear.
—Tranquilo... —intentó soltarse—. Yo le prometo que luego le diré dónde está, pero tengo cosas que hacer.
—A mi ninguna estúpida me va a tratar así —siguió jalándola del cabello haciéndola gritar de dolor—. ¡Dime dónde está!
—¡Okay! —gritó de dolor—. Jimin está en una residencia, cerca al centro de Seúl, es la más conocida por ser privada.
Seonghwa tiró a Giselle al suelo con rabia y enojo, yendo directamente a donde la pelinegra le había dicho, porque Jimin iba a regresar a su lado, a las buenas o a las malas.
La pelinegra tomó el celular que estaba en su pequeño bolso y llamó a Jungkook.
—Te dije que no quiero que me llames más.
—No, escúchame por favor —susurró—. El esposo de Jimin vino a la empresa y... me golpeó, me obligó a decirle donde estaba.
—¿De qué mierda hablas?
—Le dije al esposo de Jimin donde se encuentra, así que debe estar yendo par-
Jungkook colgó.
Aunque Giselle estaba adolorida, sonrió, porque si Jimin desaparecía, Jungkook sería suyo nuevamente.
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